Buscar este blog

miércoles, 31 de mayo de 2017

BACALAO CON TOMATE GRATINADO

Hoy toca día de zafarrancho de limpieza en la planta superior, y como de costumbre, paso de largo ante las puertas cerradas de mis hijos.  ¿Recordáis la película El resplandor? Sea lo que sea Redrum, está ahí dentro.... Necesitaría, como mínimo, vacunarme contra varias enfermedades y miasmas diversas para poder entrar sin peligro sanitario. Eso sí, en el cuarto del animalista los agapornis han encontrado un fabuloso hábitat natural. Le pían cuando quieren comer y se le suben a la cabeza, donde también hacen otras cositas menos idílicas. Es que se te saltan las lágrimas. Bueno, pues sea como sea, no entraré. De vez en cuando veo a uno u otro con su bolsa de basura, su escoba y su mocho, limpiando la mar de diligente, como la Ratita Presumida. Entonces sé que se avecina la visita de la respectiva novia. Porque por los colegas no se dan ese trabajo: le dan un par de patadas a los montones de lo-que-sea y lo meten debajo de la cama. De cualquier manera, yo no entro desde hace tiempo a los cuartos de los hijos cuando ellos no están. No soy de esas madres registronas que lo único que consiguen es llevarse disgustos. Ya en otros tiempos encontraba piezas de convicción de sus fechorías, y me llevaban los demonios. Así que ojos que no ven, corazón que no siente. Yo le temo a mi hijo cuando se sienta a mi lado y empieza a contarme lo que él llama los delitos prescritos:
-Mamá, ¿te acuerdas de cuando pasó xxxxxx? ¿Y cuando se rompió zzzzzz? Pues fuimos mi hermano y yo. Con una piedra.
-Niño, que no quiero saber nada. No me cuentes esas cosas.
-Mamá, pero si ya no pasa nááááá. Ha prescrito. Es jurídicamente "inatacable".
-Ya te daré yo inatacable. Que te quites de mi vista o te doy con la última edición del Código Penal en los dientes. ¡Largo!
-Oúúúú, iiillooooo....... que delicada estás, madre....
Que no quiero saberlo. De verdad que no. Pero siempre me entero. Como esa vez que supe que a una vecina bastante antipática (aunque dicha circunstancia no está recogida entre las atenuantes del artículo 21) le llenaron una escopeta de agua, tamaño king size para piscinas, con dos o tres litros de cierto líquidillo de claro origen biológico, y que reunieron entre ambos, con el que le rociaron toda la colada. Sí, lo habéis adivinado. Sí, estoy de acuerdo en que es asqueroso; pero me he enterado al cabo de diez años. Indudablemente, ha prescrito. O cuando le dejé el mayor a mi cuñada para ir a hacer unas gestiones y lo primero que hizo el angelico fue tirar por el balcón, una por una, todas las herramientas que tenían para las macetas. Con la puñetera casualidad de que en ese momento pasó por allí debajo un municipal, al que el tenedor de jardinería le pasó rozando la nariz en vuelo rasante, y que llamó al portero, bastante cabreado, a mi pobre cuñada, a la que puso como hoja de perejil. Suerte de que no la acusó de atentado, por culpa in vigilando. Luego estaba la afición de ambos (más del mayor) a desparramar las comidas que no les gustaban en los lugares más insospechados. De eso también me enteré antes de que prescribiera. Vino a vernos el vecino de al lado y nos dijo:
-Mira, que me he encontrado en el tejado de mi casa dos o tres bocadillos de salchichón y los debe tirar tu niño, porque es en el lado que cae donde su ventana. Que no es que me importe un bocadillo de más o menos en el tejado, ya ves tú, pero pónselos de otra cosa, porque que sepas que no se los come.
A pesar de éstas y otras cosas similares, no nos han retirado el saludo. Tenemos unos vecinos a los lados que son de pan bendito, la verdad sea dicha.
O esa vez, en casa de mi hermana, que tiraron un batido de mango por la terraza y le pusieron el toldo de un precioso color amarillo a los vecinos de abajo. A mí personalmente me gustaba más así; pero ellos nos hicieron saber, no con excesiva amabilidad, que no compartían dicha opinión. Qué delicada es alguna gente. Y para eso, cuando se escondían  (o eso creían ellos) y le tiraban terrones de estiércol del jardín al vecino más paranoico de toda la urbanización, y a ningún otro. Qué de veces me han pegado al portero con las de Caín......
Cuando yo contaba estas cosas, había conocidos que me decían, poniendo boca de culo de pollo:
-Oighhhhhh. Esas cosas "nunca" se les han ocurrido a mis niños.
Y yo, picada en mi amor propio materno, les contestaba, con una sonrisa de oreja a oreja:
-No. Porque serían algo "tontitos". Corazón.
Qué narices. Si además las cosas que han hecho mis hijos son muy light. Tendríais que oír las atrocidades que cuenta mi suegra de sus nueve jinetes del Apocalipsis, con una calma que hiela la sangre:
-Y esa vez que estuvieron perdidos cuatro horas en el campo, y se cayeron en una zanja, con la tormenta que caía..... Y cuando les pillé a punto de pegarle fuego a su hermana, jugando a los indios... Y.....
En fin, que si una no está forrada de cuajo (y no es mi caso), se pasa la vida en un ay. Siendo pequeños y siendo mayores.
Hoy he traído una receta que hice hace muy poco, muy casera y muy rica, para quitarme los malos ratos pasados y presentes. En la medida en que ello sea posible.
Ingredientes:
-1/2 kg. de bacalao.
-Una cebolla.
-Un pimiento rojo y uno verde.
-Tres dientes de ajo.
-Una lata de tomate triturado.
-Una cucharada de azúcar.
-Una pastilla de Avecrem.
-Harina y aceite.
-Un huevo y aceite para la mayonesa.
-Dos o tres patatas grandes, según comensales y nivel de saque.
Si el bacalao es seco, se pone en agua y ésta se cambia cada 8 horas, al menos un día, en la nevera. Es más sabroso, pero más pejiguera de preparar. Yo utilicé congelado.
Se escurre muy bien el bacalao del agua, sea del remojo o de la descongelación, y se corta en trozos. Pasamos el dedo por las porciones y localizamos las franjas de espinas; yo se las recorto con las tijeras y minimizo bastante el riesgo de encontrarme alguna. Preparamos el bacalao cortándolo en trozos no muy grandes y dejándole la piel, que luego de guisado es muy fácil de retirar. Freímos los trozos pasándolos por harina, y reservamos.
Asamos las patatas en el microondas, 1 minuto por lado y patata, aproximadamente, y las dejamos enfriar. Reservamos.
Hacemos la mayonesa según acostumbremos y reservamos en la nevera.
En una cazuela con un fondo de aceite ponemos a pochar los ajos en trozos, la cebolla y los pimientos en tiras. Añadimos el tomate, el azúcar y la pastilla de caldo y ponemos a cocer unos 10-15 minutos. Añadimos el bacalao y dejamos que todo se haga junto unos 10 minutos más, procurando remover con cuidado para que no se desmenuce todo.
Montamos un recipiente refractario con el bacalao con tomate y las patatas cortadas en rodajas y dispuestas por el filo. Ponemos por encima una capa de mayonesa y metemos el conjunto al gratinador del horno, lo justo para que la mayonesa se dore y haga costra. Esto depende de cada horno, así que hay que vigilar.
Sacamos del horno y servimos, entrando a saco con una barra de pan.


Que paséis buena semana. Yo me temo lo peor: el niño se ha empeñado en que tiene que conseguir que los agapornis me tiren del pelo. Y como se le ponga a él, lo logra. Por favor, firmad la petición:
#freemistreatedmoms.  ¿Para cuándo un refugio destinado a madres psicologicamente maltratadas y cardíacamente alteradas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.