Buscar este blog

miércoles, 21 de junio de 2017

PATE DE ATUN Y TOMATES SECOS

La semana pasada, por primera vez en mucho tiempo, falté a mi cita cucharera. Mal, muy mal. Sobre todo teniendo en cuenta que soy una persona cuyo nivel de compromiso con lo que emprende roza lo obsesivo. Sin embargo, al sentarme a escribir tenía la sensación de que a quién narices le importan mis batallitas pasadas y presentes. Si no me estoy poniendo muy cansina. Si no es mejor darlo ya por terminado. Sin embargo, tras reflexionar un poco, me doy cuenta de que añoro escribir, y de que si no me obligo de algún modo, dejaré de hacerlo. Sigo, pues,  publicando, de momento, aunque puede que espacie un poco los contenidos. Me resulta catártico y me ayuda a ponerlo todo en perspectiva. Así que aquí estoy de nuevo, como la moneda falsa que soy.  Con el permiso de ustedes.
Mi hijo se ha marchado a pasar la semana a una casa rural, donde al parecer alguien ha tenido la insensatez de albergarle a él y a otras diecisiete criaturas en edad de merecer. No sólo eso: en la finca hay gallinas y les han autorizado a coger los huevos, hay que tener valor. Me niego a asumir mi cuota parte en el estrés postraumático que puedan sufrir los pobres animales. Todos los asistentes son chicos, todos acabaditos de terminar el curso y todos exhalando una enloquecida estela de hormonas que casi resulta visible al ojo humano. Dios nos asista: el mío aún no ha cumplido los dieciocho, y según el Código Civil (art. 1903), aún está bajo mi guarda (¡ja! cuando le veo, supongo) y estoy obligada a responder por los daños que cause a terceros de buena fe. En fin, tengamos confianza en la providencia divina y encendámoles un par de velas al santo del día. En cualquier caso, me enteraré de cualquier percance: se ha creado un grupo de whattsapp de padres de Niños Asistentes a la Casa Rural, (casi todos ya mayores de edad, a todo esto) en el que gentilmente he sido incluida. Hay que agradecer la labor de esos padres que han hecho la compra, han recogido los fondos y se han encargado de todo, aunque yo creo, rancia que es una, si no son ya más que mayorcitos para habérselas arreglado ellos solos. Pero eso no lo pongo en el grupo: no voy a ser yo la que les estropee la diversión. Los chicos no tienen la menor posibilidad de actuar a nuestras espaldas. Todo ha sido controlado, organizado y solucionado al detalle, sin que las tiernas criaturas hayan tenido que mover ni un dedo. Como padres helicóptero, unos profesionales. Ya te digo.
Veo pasar por mi calle a los niños que arrastran sus mochilas los últimos días de colegio, y una es tan rematadamente idiota que AÑORA los tiempos en que se las veía y se las deseaba y tenía que hacer mangas y capirotes para colocarlos la última semana de junio y el mes de julio enterito.  Cuando eran muy pequeños, hubo años que incluso su padre y yo nos turnamos para las vacaciones, lo cual resultaba absolutamente desquiciante. Cuando uno venía inocentemente de trabajar, el otro se le echaba encima como una pantera para contarle LA MAÑANA QUE LE HABIAN DADO LOS %%%%%%&&&&&&&$$$$$ NIÑOS. Y, en los años siguientes, a enganchar un campamento con otro y una acampada aquí y unas jornadas de deporte allá. y llegar con la lengua fuera a recogerlos, encontrando a uno de ellos (al que le gustan las actividades de grupo), absolutamente espitoso y pasado de vueltas, y al otro (el que ODIA las actividades de grupo, en lo que ha salido a mí), arrastrando los pies y rezongando todo el camino de vuelta a casa.
-¡¡¡Mamá!!! ¡¡¡Y hemos hecho un xxxxx!!! ¡¡¡Y hemos jugado al  zzzzz!!! ¡¡¡Y!!!....
-.................. zzzzzzzzrollopatateroxxxxxxxx...........ymañanaotravezyfffffggg..........
Y los días que había huecos, a apañármelas con el trabajo como podía, a visitar museos, aulas del mar, o a soltarlos en la playa con un bocata y una muda. Una verdadera locura, y así y todo, lo añoras. Porque los problemas que planteaban los niños eran fundamentalmente incomodidades de orden práctico que se solucionaban, mejor o peor, día a día. Sin embargo, cuando son mayores, todo son inquietudes de largo recorrido. Cuando les va mal, porque le va mal. Y cuando les va bien, porque se te van a ir ya mismo y no puedes soportar la idea. Y espiar a uno y otro a ver si está triste, si está contento o si está con el rabo torcido (lo cual ocurre con notable frecuencia), y llevarte bufidos a diestro y siniestro, por petarda y por cansina. Ahora, y no antes, comprendo como nunca a  mi madre, cuando te miraba a ver cómo respirabas, y te llamaba si no te veía y te daba la tabarra de mil y una maneras, porque era su manera de demostrar cariño y preocupación por ti. Y para ti era, simplemente, un soberano incordio, porque a la madura edad de diecisiete años lo sabes todo y tu madre, que por supuesto no era persona, ni hizo nada de provecho hasta acometer la gloriosa tarea de ponerte a ti en el mundo, no se entera de nada. Lo que uno no sospecha jamás es que eso no dura para siempre, que llega el día en que los padres faltan y a nadie le vuelve a importar tu bienestar de ese modo. Así que, aquellos de vosotros que los conservéis aún, haced un esfuerzo por salir de la condición de capullo que conlleva la de hijo, (sin ánimo de ofender, que buena gente ya sé que sois) y disfrutadlos todo lo que podáis. Por mucha lata que os den y por mucho que os cuenten las mismas cosas trescientas veces. 
Tenía que decirlo. Qué a gusto me he quedado.
Y ahora la receta, que es tan simplona que casi ni merece tal nombre.  La encontré en una revista, pero compro tantas de cocina que no recuerdo en cuál. Es una marranada untable muy rica, muy sana y muy propia para poner de aperitivo.
Ingredientes:
-20 tomates secos.
-80 gramos de almendras tostadas.
-Una lata pequeña de atún.
-Un diente de ajo.
-Un pellizco de orégano.
-Aceite y sal.
Primero se rehidratan los tomates secos. La solución lenta es tenerlos en agua toda la noche. La solución rápida es meterlos en un vaso con agua y meterlos al microondas, potencia máxima, tres minutos. Funcionan igual de bien.
Se ponen en el vaso de la batidora todos los ingredientes y se empieza a batir, añadiendo el aceite a hilo hasta obtener una crema espesita. Se sala al gusto y luego se coge una barra de buen pan y se empieza a untar como un poseso. Se conserva bien en la nevera, cubierto de aceite.


Y a llevar bien el fin de curso. Lamentablemente, sigo sin encontrar un campamento para madres. Tendría que fundarlo yo misma... ¿Quién se anima?
Feliz semana a todos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.