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miércoles, 19 de julio de 2017

POLLO SEFARDI CON BERENJENAS

Una cualquiera de estas mañanas, una se levanta y se dirige, inocentemente, a la nevera, a prepararse el desayuno. Y abre la puerta y se encuentra de frente con cinco pedazo de sardinas de infantería, que no medirán mucho menos de los veinte centímetros. De cuerpo presente, destapadas y mirándote de un modo fijo y amenazador. Cierro la puerta de golpe: no está una ya para pegarse esos sustos recién levantada, y me acuerdo, en términos políticamente muy incorrectos, de mi hijo pequeño y su nuevo brote de entusiasmo por la pesca marítima con caña. Ahora que está de vacaciones se marcha casi a diario con todos sus aparejos, que a su vuelta me deja caer alegremente sobre el suelo de la entrada, inundando mi hasta entonces arregladito recibidor de  charcos de agua y persistente olor a pescadazo. Aprieto los dientes:
-Hijo. ¿Quieres- hacerme- el-favor- de- enjuagar- TODA ESA PORQUERÍA INFECTA- y bajarla al sótano?
-Mamá, ¿Qué "porquería"? No entiendo qué tienes contra el olor. Huele a mar.
-Sí, cariño. Huele a mar. "Mucho". Y yo es que soy más de Ambipur. Anda y te lo llevas. YA.
Se marcha rezongando, ignorando el rastro de arena y partículas malolientes de origen desconocido que va dejando a su paso. Hace una semana ya había comprado otra tanda de sardinas para los cebos, y las dejó en la nevera, naturalmente sin tapar, en la creencia de que el frío las conservaría para toda la eternidad. Y, parafraseando aquel (precioso) eslógan publicitario de la (espantosa) Medalla del Amor del día de la Madre, olían... más que ayer y menos que mañana. Pasó un día, y pasó otro día, y ésta que está aquí terminó por meter las benditas sardinas en un táper viejecillo, a fin de que no me chorreasen en el resto de las cosas de la nevera. Total, que el tráfico normal de visitantes a dicho electrodoméstico hizo que pusieran cincuenta cosas encima del táper, con lo cual yo me olvidé de él. Hasta que otro día más, al abrir, me asaltó la evidencia de la natural evolución del proceso biológico post mortem:
-¡¡¡NIÑOOOOOO!!!! ¡¡¡ TE LLEVAS ESA GUARRERÍA "YA" O VAN AHORA MISMO A LA BASURA!!!
-Que yaaaaa me las llevo, maaaama. Tranquila.
Total, que -contra toda evidencia, y dando muestras de notable insensatez- me quedé tranquila. Su intervención se redujo, en este caso, a poner en sal los maltrechos animalitos. Al día siguiente, abrí la nevera, y el táper se cayó y se abrió, provocando un esparrame digno del Apocalipsis, sobre todo esa parte que habla de la resurrección de la carne, y que pude ver representada en todo su esplendor. Un espectáculo definitivamente asqueroso para todos los sentidos humanos. Así que sufrí uno de mis esporádicos y vistosos accesos de ira multimedia, que, eso sí, resultó ser muy efectivo: todo desapareció al instante. Pero no compensa tener que desperdiciar tanta energía sólo para mantener el orden natural de las cosas. Os lo aseguro.
En otra ocasión posterior fue peor todavía. Bajé a la cocina, sorprendiendo al pescador, batidora en ristre, con las manos en la (repugnante) masa, formada por lo que al parecer era pan remojado, harina y pescado crudo, elaborada con el fin de obtener unas bolas apestosas que por lo visto hacen un cebo estupendo. Si los ingredientes están ligeramente revenidos, incluso tengo entendido que da mejor resultado.  De manera rutinaria, e ilusoria, digo aquello de "quita todo lo que ensucies antes de irte", recibiendo a cambio el reglamentario (y falso) "sí, mamá". Para cuando vuelvo a la cocina:
1) El autor de los hechos se ha sustraído a la acción de la justicia, encontrándose en paradero desconocido
2) Todo el menaje de cocina APESTA a pescado.
3) El "Sí, Mamá", se ha traducido en la práctica en restos biológicos diversos esparcidos por toda superficie horizontal, formando una costra geológica de color blancuzco que tengo que raspar de la encimera con espátula.
 Sí, lo sé. Lo sé. La culpa es enteramente mía, como madre blandiblup que soy desde siempre; pero una tiene otras cosas que hacer, y tampoco puedo estar vigilando todo el tiempo como un perro de presa. El resultado es que a día de hoy no puedo tocar una sardina cruda....
Hoy me paso al pollo, que suele venir en bandejas y ya arregladito, y se maneja con resultados controlados. Así que pongo en práctica una receta que me habían dado hace tiempo, y que queda sabrosa y resultona:
Ingredientes:
-1 kg. de pechuga de pollo limpia y cortada en trozos.
-Dos o tres berenjenas medianas.
-Una cebolla
-Dos o tres dientes de ajo.
-Un puñado de pasas.
-50 gramos de piñones y 50 gramos de anacardos y/o pistachos pelados. Son opcionales, pero van muy bien.
-Sal y pimienta.
-Una pizca de sumaq (opcional) Es una especia turca muy suave y aromática. En Málaga, que yo sepa, la hay en la tienda de especias del Pasillo de Santa Isabel. El Reloj de toda la vida. Le da un punto muy bueno, pero vamos, que tampoco pasa nada si no se la ponemos...
-Aceite
-Vino dulce, un vaso
-Arroz largo de guarnición. Yo he mezclado arroz basmati blanco y arroz negro. En el Mercadona venden unos paquetes de arroz de guarnición con varios tipos mezclados que va muy bien.
-Ajos adicionales para saltear el arroz.
Lo primero que hacemos es picar en trozos las berenjenas y ponerlas en agua para que suelten el amargo, un par de horas al menos. Yo no las he pelado. Mientras, vamos salteando los trozos de pollo en un fondo de aceite, y los sacamos y reservamos. En el mismo aceite se saltean la cebolla y los ajos picados, luego se añaden los piñones y los otros frutos secos que utilicemos y se le da a todo unas vueltas. Añadimos el pollo y las berenjenas, las pasas, el vino, la sal, la pimienta y el sumaq, si lo utilizamos. Añadimos agua hasta cubrir. Lo dejamos todo cocer a fuego moderado, se trata de que todo se integre y las berenjenas formen una salsa cremosa al deshacerse. De tiempo, yo lo tuve una hora y media, a fuego muy bajo. Dejamos hasta que vemos que la salsa está trabada y todo rastro de aguachirris ha desaparecido.
Aparte, salteamos en una sartén con un poco de aceite los ajos picados adicionales. Apartamos. Cocemos como un vaso o vaso y medio de arroz para cuatro personas, según diga el paquete, escurrimos y ponemos en la sartén a saltear junto con los ajos. Reservamos.
Servimos el pollo con la guarnición. Hasta ahora nunca me ha sobrado...



Con esta receta me despido hasta septiembre, esperando reponer mientras tanto mis destrozados nervios y descansar física y mentalmente, deseando para vosotros también buenas siestas,  regulares sesiones de tintitos de verano y largas jornadas de vagancia para los que pilléis vacaciones.
Feliz semana y hasta la vuelta.....

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