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miércoles, 6 de septiembre de 2017

GOXUA. Vuelta al cole por todo lo alto.

Día 1 de septiembre. Me despierto, absolutamente renovada y cargada de energía, y me dispongo a encarar la nueva temporada hecha una leona. Entro silbando una cancioncilla por la puerta de mi despacho y me siento. Enciendo el ordenador. Prepárate, mundo.
(Pues así, escrito, queda aún más inverosímil de lo que pensaba.  Esto no hay quien se lo trague ¿a que no? No, claro)
Empecemos de nuevo.
Dia 1 de septiembre. Abro los ojos penosamente, me arrastro, reptando, hacia fuera de la cama, e invierto un par de horas en recomponerme como una mujer y aceptar lo inevitable. Finalmente abro la puerta de mi despacho, donde me espera la conocida silla de oficina en que se ha convertido la carroza de Cenicienta. Enciendo el ordenador; doy media vuelta y salgo llorando: ¡¡¡MAMAAAAA!!!
Bueno. Es broma. Al menos en parte.
Queridos amigos, no creo revelaros nada nuevo si afirmo que cada año tengo menos ganas de trabajar y cada año se afianza mi sospecha de que cuando vine a este mundo traidor, a la cigüeña se le fastidió el tomtom y me dejó caer en el honrado hogar de los García, en vez de en el millonario hogar de unos marqueses postineros. Porque está claro que yo iba para rica por mi casa. Averigua tú quién está ahora viviendo a cuerpo de rey en mi lugar: el karma me debe una. Pero como están así las cosas, pues no queda otra que tomarlo con deportividad. Y, sobre todo, poquito a poco.
Con lo que a mí me gustaba volver al colegio. A principios de cada septiembre, la urbanización del Rincón se iba quedando tristona y pelada, y recorríamos a la inversa el camino realizado a finales de junio,  y tocaba meter todos los bártulos en nuestro sufrido Seat 127 y hacer la ruta de vuelta, con la misma maldita pilistra compartiendo asiento conmigo en el asiento de atrás, y los papis enzarzados en uno de sus amorosos coloquios:
Papi:  .........&%]´´´´´´!!! (Léase una muy fea retahíla) Ya te decía yo, Pepita, que hemos salido muy tarde. Ahora veremos a la hora que llegamos. ¡Ya se ha montado la caravana!
Mami: (Muy tiesa) Pues no haberte tirado una hora en el baño, Joaquín. Tú eres el que no encontraba la maquinilla de afeitar. Que yo ya lo tenía todo listo.
Papi: (Nueva letanía intrascriptible)  +++++*******&&&&&....en la madre que me parió!!!.
Mami: No te  +++++*******&&&&&&&..... tanto, hijo de mi vida, y deja a tu madre tranquila, que por eso no vamos a llegar antes, rey de España. Ay, qué hombre.
Muchas veces el tapón se montaba a la altura de Pedregalejo, que era el lugar donde en ese tiempo quedábamos para salir, y no eran pocas las ocasiones en que me sentía tentadísima de quitarme de encima la pilistra, que me tenía frita, bajarme del coche y pedir auxilio, por si estaba por allí alguno de mis amigos o siquiera conocidos. Pero como siempre fui pusilánime,  aguantaba el tirón. Al final, entre lamentos diversos y jaculatorias varias, llegábamos al piso de calle Malasaña y comenzaba el trasiego de portes por la escalera, porque, sí, vivíamos en el tercer piso, y no, no había, ni hay, ascensor. Y entrabas por la puerta de casa y de pronto te parecía diferente, sin que supieras explicar el porqué, pero te gustaba volver a encontrarla, y sobre todo poder descansar del debate parlamentario del trayecto. Y quedaba libre de retirarme a mi cuarto por fin, fuera de la primera línea de fuego. El verano se había acabado oficialmente, pero empezar de nuevo me hacía entonces mucha ilusión. Por reencontrar a mis amigas, por los libros nuevos y por los cuadernos. Desde entonces hay algo en un cuaderno nuevo que me resulta irresistible: huele a posibilidades, a nuevos comienzos, a pensar que todo va a ser mejor. No me preguntéis porqué. De hecho, tengo en la estantería del despacho dieciocho cuadernos monísimos, que he ido recopilando de aquí y de allá, todos sin empezar. Porque empezarlos es como estropearlos. Algún día los podré utilizar para escribir la Gran Novela Española. 
De momento me encuentro en el estado que se suele presentar al volver de las vacaciones: con una relación inversamente proporcional entre el ascendente perímetro de mi cintura (Picoteos. Aperitivos. Otras Ingestas, Viaje) y el  decreciente estado de mi cuenta corriente (Picoteos. Aperitivos. Otras Ingestas. Viaje) Pero no nos vamos a quejar. Eso sí, antes de volver a un estado de normalidad dietética y (espero) financiera, me voy a despedir de la temporada con un postre de traca: el goxua, vasco él y exquisito, cuya receta he encontrado en la revista de agosto de la Thermomix. Aunque lo he corregido bastante de azúcar, porque traía muchísima para mi gusto. En estos casos lo mejor es ir probando y si es necesario, añadir después. A pesar de la restricción de azúcar, es una verdadera bomba. Ahí va la receta, para quien se atreva.

Ingredientes:
- 50 gramos de azúcar glas.
-Una cucharada de queso mascarpone. Opcional, pero recomendable. Total, nos vamos a tirar al barro directamente.
-700 gramos de nata para montar.
-300 gramos de leche
-Tres huevos.
-50 gr. de harina de repostería o de maicena.
-Una cucharadita de azúcar vainillado.
-150 gramos de azúcar; (la receta pone 270).
-12-14 sobaos pequeños, o magdalenas, o esas cosas que ya se van quedando duras; unos 300 gramos.
-200 gramos de agua.
-Una cucharada de maicena adicional.

Se pone la mariposa en las cuchillas de la Thermomix y se echa en el vaso el azúcar glas, el queso mascarpone y 500 gramos de nata. y se programa velocidad 3 hasta que la nata esté montada, vigilando para que no se nos haga mantequilla. Retirar la mariposa, verter la nata montada en una cazuela de barro, o en una fuente de cristal, y se reserva en la nevera. Si no teneis Thermomix, se puede usar el accesorio que traen muchas batidoras, o montar con ella a velocidad baja.
Se ponen en el vaso sin lavar la leche, los 200 gramos restantes de nata, los huevos, la harina, el azúcar vainillado y 70 gramos del azúcar normal. Programamos 8 minutos, 90º, vel. 4. Se puede hacer sin Thermomix, en un cazo, pero en ese caso es recomendable batir los huevos antes con la leche e irlo añadiendo a poquitos, con fuego moderado, para que la mezcla no se queme ni se cuaje, y hay que remover constantemente.
Colocamos los sobaos sobre la nata reservada, ponemos por encima la crema pastelera del vaso y dejamos templar. Reservar en el frigorífico.
Poner un bol sobre la tapa del vaso y pesar 100 gramos de agua, o medir directamente una medida del cubilete. Añadir la maicena adicional y mezclar bien. Reservar.
En una sartén antiadherente, poner los 80 gramos de azúcar restante y cocinar a fuego medio-alto hasta que se haga un caramelo clarito. Hay que vigilar, porque se quema muy deprisa. Añadir con cuidado a la sarten, porque salpicará, los 100 gramos de agua, y remover hasta que se integre completamente. Incorporar el agua con la maicena reservada y mezclar durante unos minutos hasta que se ponga con una textura parecida a la miel. Dejar templar y extender sobre la crema pastelera. Enfriar en la nevera, cortar en porciones y servir.


Como veis, es bastante potente; si no queréis engordar, podéis invitar a un amigo al que secretamente odiéis e insistirle para que repita, para que así el que se ponga tocho sea él/ella. No he hecho más que volver y ya estoy proponiendo maldades. No me lo tengáis en cuenta: todavía no soy yo misma. Dejadme una semana o dos.
Feliz vuelta a todos, excepto al que ahora se pueda permitir marcharse de vacaciones. A ése, ni agua....

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