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miércoles, 10 de enero de 2018

ARROZ CON BRECOL, SETAS Y POLLO

Queridos amigos, nos encontramos en ese especial momento de principio de año en que todo, por fin, de una vez por todas, lo vamos a hacer bien. Esta vez sí, o así debería ser, porque los consabidos buenos propósitos, esta Navidad los hice estando sobria, y no en alguna enloquecida sobremesa de celebración. Que con la copita de los postres, se te calienta la boca. Aún así, no dejé de tener ideas delirantes, como:

-Volver a salir a correr, cosa que no hago desde 2009: Pros: colocón de endorfinas asegurado, mejor forma física y subidón de autoestima. Contras: Colocón de endorfinas asegurado (luego no duermo), rodillas que necesitan regulares aplicaciones de 3 en 1, y aburrimiento intolerable después de las primeras dos veces.

-Pilates: (Tras la primera décima de segundo) No. Gracias.

-Natación: Pros: Mejor forma física, cero impacto en las articulaciones. Contras: ¡Qué frío! y: ¿¿¿Yo meterme en una piscina y dejarme ver EN BAÑADOR a estas alturas del año??? ¡Ni de broma! 

En cualquier caso, y aprovechando ese impulso encaminado a mejorar mi vida, tan irresistible como efímero, me decido por fin a acometer la tarea hercúlea y siempre postergada de limpiar los congeladores: tengo dos, como buena neandertal recolectora y acumuladora que soy, y uno de ellos no es de los no-frost y tiene una capa de hielo boreal susceptible de albergar al explorador que nunca apareció de la expedición de Amundsen, o al mismísimo Walt Disney, aunque ahora dicen que nunca fue criogenizado. Miedo me da, en cualquier caso. Empiezan a salir paquetes sin etiquetar, de un color amarillento incompatible con cualquier apariencia de alimento saludable. De esas cosas que metiste en su día en el congelador con tu irredento optimismo de costumbre, que te hace pensar que "siempre" te vas a acordar de que era ¿masa de pizza? ¿hamburguesa vegetal para porcionar? ¿la plasturria asquerosa hecha de pescado y harina que mi hijo utiliza de cebo para pescar? ¿un cliente troceado en un momento de enajenación mental? En estos casos, es mejor emplear determinación y tirarlo; no estoy muy segura, en definitiva, de querer saber qué es. Entre otros hallazgos, hay un paquete de barritas de surimi que asegura que caducó en octubre de 2016; un trozo de bizcocho momificado junto a unos tristísimos tallos de perejil a modo de corona funeraria, y un pescado solitario de ojos pensativos (¡¡¡igghhhh!!!), producto sin duda de una de las rapiñas marítimas de mi hijo; los suele devolver al mar, pero cuando se tragan el anzuelo, RIP. No queda otra. También encuentro cosas normales y corrientes, tal como verduras congeladas, con las que voy a preparar un plato de aprovechamiento buenísimo y saludable para contrarrestar en lo posible el rosario de inevitables comidas navideñas que hacen que una tape con un paño la báscula y no quiera saber nada de ella en un plazo razonable, digamos, dos o tres meses. A diferencia de mi santo, que se las ha arreglado para mantenerse en su peso todas las fiestas, incluso perder algo,  y se sube a ella con total alegría. Después viene, muy contrito, a decirme:
-¿A que no sabes lo que he pesado esta mañana?
-No. Y no quiero saberlo.
Pero siempre me lo dice, siempre es poco y yo le termino diciendo, sólo medio en broma:
-Tú sigue por el camino que vas, que tú y yo vamos a perder las amistades.
Porque como resulta que la energía, -en este caso los kilos-, no se destruye, sino que se transforma, o, lo que es lo mismo, cambia de titularidad, el peso que él perdió, yo me lo he encontrado. Qué le vamos a hacer, que en esta casa somos muy de aprovechar las cosas. Claro, que él se ha mantenido en sus costumbres ascéticas, y yo, hojaldrina va, borrachuelo viene, y jijijí y jajajá, me he puesto morada. Para qué nos vamos a engañar......

Ingredientes del invento:
-Un vaso de arroz (yo desde que salió el Sabroz no uso otro)
-Una cebolla
-Tres dientes de ajo.
-Un pimiento
-Media cebolla
-Dos tomates maduros.
-1/2 kg. de pechugas de pollo o pollo troceado.
-Una bandeja de setas.
-Una cabeza de brócoli.
-Una pastilla de caldo Avecrem
-Pimienta, azafrán.
-Un chorro de vino blanco.
-Aceite y agua.
En un fondo de aceite sofreímos la pechuga hecha tiras pequeñas o los trozos de pollo, y apartamos. En el mismo aceite sofreímos el pimiento hecho tiras, la cebolla, los ajos y los tomates. Una vez hechos, pasamos el sofrito por la batidora y reservamos. En el aceite que queda (si no, añadimos un poco más), pasamos el arroz hasta que se ponga traslúcido, con cuidado de que no se queme. Añadimos el sofrito, las setas troceadas, el brócoli hecho ramitos pequeños y el pollo, y añadimos el vino blanco y vaso y medio de agua (de la misma medida que el que hemos usado para medir el arroz), en la que habremos disuelto la pastilla de caldo. Añadimos un pellizco de pimienta y dos o tres hebras de azafrán, y dejamos cocer a fuego medio 15 minutos, 18 ó 20 si es Sabroz. Apagamos y dejamos reposar. Y servimos.

Bueno, pues el invento está muy rico y si nos sirve para volver a la línea recta desde la curva, pues mejor. Pero sin castigarnos mucho, que ya no estamos para sufrir por este tipo de cosas. Ya no. Gracias a Dios, ya pasaron para mí los tiempos en que medio kilo de más suponía una tragedia griega.  ¿Qué tiene de malo medio kilo más de una persona tan estupenda como cada uno de nosotros?
Feliz semana a todos.

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