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miércoles, 7 de febrero de 2018

PORRUSALDA

Queridos amigos, de pronto llega el día en que uno se da cuenta, de golpe, de que es mayor. Puede ser algo tan tonto como ese día que estás visitando a tus suegros y alguien habla de la tensión alta y tú dices: "pues vamos a ver cómo esté esto", por si acaso. Y te prestan el tensiómetro y te la tomas. Y la tienes no alta, sino altísima. Y te sorprendes y hasta te indignas una barbaridad, porque tú te encuentras estupendamente, y eso de la tensión alta es cosa de gente.... ¿mayor? A ver. Una cosa es saber que una ya no es un guayabo (desde un plano meramente intelectual, y sin terminar de creértelo del todo), y otra verificar en tus carnes que las cosas ya no funcionan como deberían. Y le entra a una mucho canguelo, y le pide cita al médico de familia, y deja de tomar sal, grasas, alcohol y cafeína, por ese orden, y se compra un chisme de esos que te cuentan los pasos y se hace de diez a quince mil diarios. Y, en definitiva, no hay quien te aguante, y te conviertes en una hipocondríaca de libro. Porque una partía de la base de que iba a escapar de las goteras propias del paso de los años, porque una lo vale, y porque esas cosas sólo les pasan a los demás. Y aquí ando, esperando a que me vea el médico y hecha un canastito de chucherías.
No sé por qué me sorprende lo de la tensión alta: tengo antecedentes familiares de hipertensión desde una edad mucho más temprana que la mía. Mis padres andaban siempre con sus pastillitas; mamá tuvo una angina de pecho y papá un infarto bastante severo, al que sin embargo sobrevivió once años. Curiosamente, mientras papá siempre se andaba quejando, doña Pepa jamás lo hacía, pero no porque no tuviera achaques, sino por el punto de honra de que los achaques eran de viejos. Si se encontraba con alguna conocida y le preguntaba por la salud, era normal recibir una respuesta como ésta:
-Ay, pues tirando, hija.... me duele todo cuando me levanto por las mañanas, pero ya se sabe, esto es cosa de la edad, y ya las goteras son lo que nos toca....  Porque a ti también te dolerán los huesos, claro.
Ante lo que mami saltaba como una pantera:
-Pues noooooo, reina. Te tocará a "tíííí" porque a "míííí" no me duele nada. Yo estoy ES-TU-PEEEEN-DA-MEN-TE. No sé qué os pasa a todos, que no sabéis hablar más que de enfermedades. Bueno, que te mejores, que me voy para casa.
-Pues nada, hija... que sigas tan "estupenda", qué alegría- contestaba la muy mosqueada interlocutora.
Claro que hablamos de una señora que llevó sus buenos taconazos hasta más allá de los setenta. Cuando ya tenía la marcha más insegura, le sugerí llevarle un bastón (¿UN BASTON YOOOO? ¡ESO PA LAS VIEJAS! ¡TE VAS A CACHONDEAR DE TU ABUELA!), y por poco me muerde. No digo nada de su sufrido médico de cabecera, y lo sé porque yo la he acompañado muchas veces:
-Bueno, mujer, pues las pruebas están muy bien para su edad.... tenía usted ya ochenta y dos años, ¿no?
-¿¿¿Ochenta y dos??? No, hijo de mi vida. Setenta y ocho acabo de cumplir, ¿se podrá ver otra cosa?
Para entonces, yo ya había aprendido hacía tiempo a poner cara de póker ante las flagrantes trolas de mami: un largo aprendizaje sembrado de pellizcos feroces para que me callara la boca.
Lo cierto es que mi Pepa de España era el terror del personal sanitario: una vez que la mandaron a hacerse un electrocardiograma, apareció donde la auxiliar y le dijo, más chula que un ocho:
-Mira, guapita. Perdona que te moleste, pero ahí dice que yo estoy muerta.
-¿¿¿???
-Sí. ¿Tú ves esa raya que sale, como en las películas cuando alguien se muere? Pues eso es porque no me has pegado bien los chupones y ahí no sale nada. ¡Mal toro te coja!
Y la cabizbaja auxiliar intentaba pegarle de nuevo a mami las ventosas, con bastantes dificultades, porque antes de vestirse,  mami se ponía crema hidratante para embadurnar al barrio entero. Pero cualquiera le tosía a doña Pepa....
En fin. Con achaques o sin ellos, hoy viene que ni de encargo una receta de sopa, más fácil, imposible, buenísima y reconfortante para este día de biruji. Sin colesterol ni nada y apta para todos los públicos. (Señor... qué bajo hemos caído) Borrad eso, que es broma. O casi.
Ingredientes:
-2-3 patatas medianas.
-2 puerros
-Dos zanahorias.
-Un brick de caldo o una pastilla de Avecrem.
-Pimienta molida.
-Un chorro de vino blanco.
-Aceite.
En un fondo de aceite se ponen las patatas, los puerros y las zanahorias en rodajas. Se deja pochar todo y se añade el caldo, o agua que cubra todo y la pastilla de caldo. Se echa un espolvoreo de pimienta y el chorro de vino blanco y se deja cocer todo hasta que las zanahorias y las patatas estén tiernas. Hay quien le pone migas de bacalao y también se le puede cuajar huevos. Lista en un pispás y maravillosa para una noche de fresquito.

Y cuidaos mucho, pero, por encima de todo, no me perdáis el sentido del humor. ¿Qué nos queda, si no? Y a más ver; os dejo, que tengo que hacer la lista de averías para recitársela al médico, que me ve mañana. Con lo que hemos sido....
Feliz semana a todos.

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